04 de Octubre de 2021 |
Xavier Güell, director de Barcelona en CBRE y responsable de la iniciativa fractal
Cada cierto tiempo es necesario detenerse, levantar la cabeza y comprobar si el camino que elegimos nos lleva a nuestro destino o si debemos ajustar nuestro rumbo. La situación provocada por la pandemia ha supuesto un punto de inflexión, obligando a preguntarnos si el rumbo que llevamos es el adecuado, lo que podría traducirse en el ámbito inmobiliario en conocer si la ciudad que estamos construyendo se adecúa a las necesidades reales del ser humano y si nos lleva a donde realmente queremos llegar.
Una de las muchas revoluciones que ha marcado la pandemia ha sido la implementación urgente del teletrabajo como alternativa forzada al trabajo en la oficina. No cabe duda de que esta forma de trabajar ha venido acompañada de muchas ventajas. Ha permitido a los ciudadanos ahorrarse centenares de horas de transporte en sus desplazamientos a los lugares de trabajo (commuting) y, al mismo tiempo, reconciliar la vida profesional y familiar al disponer de más tiempo para compartir con los suyos. Por el contrario, el teletrabajo ha sometido a los empleados a un cierto aislamiento y ha afectado negativamente al enriquecedor intercambio de información y opiniones que facilita el compartir un mismo espacio físico con los compañeros de trabajo.
Aun así, según el estudio “Un año de teletrabajo” elaborado por CBRE, el 80% de los trabajadores quieren volver a la oficina al menos tres días a la semana, pero la gran sorpresa surge cuando se pregunta sobre cuál es la mayor ventaja del teletrabajo, el 92% de los encuestados señalaron que es el no tener que desplazarse a diario a la oficina y evitar así los atascos, los altos niveles de contaminación, las aglomeraciones y el estrés. De este modo, la pandemia ha dejado al descubierto por primera vez, uno de los aspectos que mayor impacto tiene en la calidad de vida de las personas el commuting. Esto supone que a pesar de los grandes inconvenientes que generar el teletrabajo a medio y largo plazo, estos quedan empequeñecidos cuando el empleado puede evitar el commuting diario o lo que es lo mismo, cuando puede evitar tener que estar más de ocho horas de media en España a la semana metido en un coche o tren envuelto en polución y estrés.
Se abre un nuevo paradigma en el mundo empresarial y en el diseño de las ciudades del futuro. Bajo este nuevo prisma se tendrán que definir nuevos modelos que permitan a las empresas y gobiernos evolucionar y reconfigurar las ciudades con nuevos modelos como el Fractal. Este sistema es el operativo que utiliza la naturaleza para crecer desde los inicios de la vida. La operativa podría resumirse como un objeto cuya estructura se repite a diferentes escalas o, lo que podría ser más ilustrativo, como las muñecas matrioskas que la más grande contiene en su interior múltiples réplicas de sí misma a pequeña escala.
Aplicado a las ciudades sería la gran ciudad que en su interior contiene pequeñas ciudades interconectadas. Bajo este modelo las ciudades, para crecer, generan en su interior múltiples y pequeñas réplicas de sí mismas. Estas réplicas a pequeña escala ya existen en la mayoría de las ciudades del mundo, pero hay que redefinirlas y ponerlas en valor para sacarles el enorme potencial que llevan dentro, estos elementos clave son los barrios. Esta capacidad de replicarse a pequeña escal, en el caso de las ciudades no se debe detener ahí. A su vez, los barrios albergan en su interior ciudades todavía más pequeñas que son las manzanas, de esta manera hasta las manzanas deben ser vistas como microciudades.
En sus inicios, estas formas de organizarse (los barrios) nacieron con el objetivo de crear comunidad y dar una dimensión más humana al entramado de las grandes ciudades. Pero, a mediados del siglo XX, el modelo de crecimiento de las ciudades puso en el centro de la ecuación a los coches y esto provocó una polarización de usos, es decir, en alguna área de la ciudad se construían exclusivamente miles de viviendas, en algún otro extremo de la ciudad se construían exclusivamente miles de m2 de oficinas y en alguna otra parte del extrarradio se situaban las grandes cadenas de alimentación. Estas grandes distancias parecían no ser un problema ya que se salvaban con el coche. Pero esta estructura de crecimiento ha tenido un impacto demoledor para la sostenibilidad, para los barrios y, por extensión, para la calidad de vida de las personas. El modelo fractal de ciudad revierte esta tendencia y articula la integración de usos en los barrios, un crecimiento basado en el equilibrio de usos donde la integración especialmente de los usos de oficinas, residencial y comercial son la piedra angular del cambio de paradigma. Acercar centros de vida y centros de trabajo es lo que humaniza la ciudad y lo que tiene mayor impacto en la calidad de vida de las personas y, por extensión, en la sostenibilidad del planeta.
Por otro lado, este modelo aplicado a la empresa supone que la empresa se replica a sí misma de manera descentralizada en unidades operativas más pequeñas y bien interconectadas. En la práctica supone un cambio total de paradigma en la manera de ubicar y dimensionar los espacios de trabajo de las empresas. Las empresas más punteras analizan en primer lugar donde viven sus empleados y miden la densidad de su fuerza laboral por barrios y municipios. Habrá empresas que no optarán por fragmentarse, pero sí ubicarán su única sede allí donde haya una mayor concentración de su fuerza laboral, tratando de lograr así una disminución del commuting medio corporativo, siendo este el gran cambio de paradigma.
Por tanto todas las estrategias y modelos encaminados a reducir los commutings, como posibilita el modelo Fractal, tendrán un gran impacto en los dos grandes ejes que definirán las ciudades y empresas que liderarán el futuro: retener y atraer talento y adoptar medidas que tengan un efecto real en la sostenibilidad del planeta.