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08 de Septiembre de 2023

Transición hacia la descarbonización. Reto y oportunidad

La transición hacia una economía descarbonizada, que haga sostenible el bienestar de la sociedad desde un punto de vista medioambiental, es el mayor reto global. El desafío medioambiental se resolverá si las políticas públicas se alinean para que el sector privado pueda invertir y multiplicar su impacto positivo, convirtiendo el reto en oportunidad a través de la rentabilidad económica.

Desacoplar gases de efecto invernadero (GEI) y actividad humana. La evidencia científica señala que el extraordinario aumento de la concentración de partículas en la atmósfera coincide con el de las emisiones de GEI causado por la actividad humana, lo que lleva a crecimientos de temperatura muy superiores a los que hubieran resultado exclusivamente de causas naturales. El reto es mejorar el bienestar económico de la sociedad desacoplándolo del incremento de emisiones y del consiguiente deterioro medioambiental, algo posible con las tecnologías disponibles.

Ante este desafío el decrecimiento no es la respuesta. El desarrollo económico y tecnológico contribuye a mitigar el cambio climático. Para niveles bajos de PIB per cápita, su aumento se correlaciona positivamente con una mayor intensidad de emisiones en la atmósfera. Sólo a partir de niveles elevados de desarrollo se logra reducir la intensidad de las emisiones a la atmósfera. En particular, la transformación en una sociedad digitalizada tiene, entre otras ventajas, la capacidad de incrementar la eficiencia energética y facilitar la producción y el almacenamiento de energías renovables, con el consiguiente efecto sobre el descenso de emisiones.

Políticas de descarbonización: internalización de costes del carbono de alcance global, redistributivas y predecibles, junto con inversiones en nuevas tecnologías. La corrección de la externalidad económica negativa de los GEI, el coste social del carbono, ha de tener un alcance global, fruto de la colaboración, con apertura comercial, y no con restricciones por razones de competencia geopolítica (que obtienen resultados en descarbonización menos eficientes)[1]. En todo caso, las políticas de mitigación del cambio climático, globales o domésticas, han de ser estables, orientadas al largo plazo, previsibles para que los agentes económicos puedan tomar sus decisiones de gasto, ahorro, inversión o financiación con la menor incertidumbre posible, y con capacidad de redistribuir los desiguales impactos en la población tanto del cambio climático como de los efectos regresivos de las políticas de precios al carbono, en torno a las cuales han de construirse.

Se estima que España tendrá que dedicar sólo a inversiones verdes el 6,2% de su PIB anual  hasta 2050, casi 2 veces el PIB de 2022, lo que exigirá un ingente volumen de inversión privada. Para ello, el diseño de un marco regulatorio e institucional que lo incentive es clave, con seguridad regulatoria, fiscal y jurídica. Por sus recursos naturales, España puede convertirse en una potencia en energías renovables, de bajo coste, y en una economía competitiva en términos industriales. Hay que favorecer las condiciones para que resulte más eficiente mover producción industrial intensiva en energía del centro y norte de Europa a España que exportar sólo la energía renovable de España.

Reducir la prima de riesgo de los proyectos de descarbonización (“derisking”) es clave para desencadenar el impacto positivo del sector privado. Una disminución del riesgo que permita detonar el potencial de las finanzas sostenibles requiere la participación de políticas públicas, regulatorias, de definición de taxonomías, de alineamiento de precios relativos que encarezcan todo lo “marrón”, incluyendo también subvenciones para las tecnologías en etapa inicial de desarrollo.[2] Incrementar la participación del sector privado en la descarbonización intensifica el despliegue de tecnologías novedosas, como se ha observado, por ejemplo, en la transición hacia renovables del sector eléctrico, que ha facilitado caídas de costes de generación que han superado las expectativas.

 

Julián Cubero

Economista Líder Economía del Cambio Climático BBVA Research

 

[1] Por ejemplo a través del establecimiento de un club climático, idea del Premio Nobel de Economía y Premio Fronteras del Conocimiento Fundación BBVA. W. Nordhaus. Se plantea que un amplio grupo de países se organicen para recortar emisiones de GEI mediante un acuerdo que suponga beneficios para los cumplidores y costes para los incumplidores, sobre todo si no son miembros del club. Estas penalizaciones se pueden implementar de diversas maneras, con mecanismos de ajuste en frontera del contenido de carbono de las importaciones, o directamente con una tarifa medioambiental global.

[2] En lo que se refiere al papel de los flujos financieros, incluso con la participación cada vez mayor de los inversores privados alternativos (y pacientes), el mercado tiende a asignar más capital a empresas y tecnologías maduras, con el inconveniente de las limitaciones financieras para los negocios innovadores (y de mayor riesgo).

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